Presentación del poemario - La Música del Hielo - Reseña por Mario Pera
Esperando
el hielo
Tres de la mañana. El reloj marca, a esta hora, la
ausencia del olvido acentuando en el oído los resquicios del silencio. La
vorágine ha cesado y nos situamos ante un apacible témpano que canta, desde su
soledad y su dureza, como si fuesen sus últimas palabras o un último espasmo
sobre la hoja en blanco. Si sabemos algo es que en la vida hay eternos
retornos, y el nuestro (y el de este libro) no es sino el preludio de un
invierno que ha llegado y que nos colma, marcándonos bajo el riesgo de no ceder.
El hielo comienza, entonces, a aparecer y a dejarnos sus primeras cicatrices.
La
música del hielo contiene una cadencia ascendente, que nos
golpea los tímpanos hasta anidar en nuestro pecho y elevarnos a su ritmo, en un
compás introspectivo pero no por ello inexpugnable. Se trata de una extraña música que parece venir desde una
sombra abierta que se desliza alrededor de nosotros, haciendo voces distintas
que nos guían por un intenso e íntimo mensaje. Y aquel mensaje se preserva en
las escalas de un inmenso pentagrama que se ha solidificado en el agua y en
nuestros labios. Es una melodía que se
encostra como un eco que retumba en las paredes de un cráneo vacío. Sin
embargo, sería un error pensar que aquel hielo es una prisión, pues se trata de
un vitral que todo lo contiene, que todo lo ilumina para demostrar desde su
armonía y su claror, el horror tanto como la belleza.
Son notas
frecuentes en este libro, la familia, el misticismo y los diversos espacios
geográficos (Cantabria, Minsk o Rhodesia) por los que, poema a poema, Luis Cruz
va cincelando este bloque de hielo que nos canta y nos envuelve en los más
hondos contornos de la inocencia como piedra de toque esencial para
sorprendernos, para descubrir ante nosotros las nuevas formas del sonido de las
cosas bajo el hielo, bajo los acordes de ese arpegio congelado que emerge desde
la pluma del poeta.
Sin
embargo, en esta ocasión surge un nuevo elemento en la poesía de Cruz.
Observamos la figura del padre trasuntar el poemario como una pulsión
permanente que esquirla la memoria, como un río de sonidos que le procura
viejas certezas aunque sinsabores al poeta. Una presencia hasta ahora oculta o
poco trajinada en su obra, pero que nos permite conocer una nueva piel del
poeta, una vena que nos presenta otra sangre.
La
música del hielo, de Luis Cruz, se abre paso entre las
frígidas trincheras para devolvernos los recuerdos, la memoria clavada en los
huesos de un lejano naufragio al que podemos llamar, también, una forma de vida,
aunque tal vez se trate de su reflejo en una afilada estalactita.
Mario Pera
Invierno de Lima,
2015
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