La misión del poeta - Legionario de la poesía (Extratos de Rainer Marie Rilke en Elegía del Duino)

Primera Elegía del Duino

[Sí, pero las primaveras te requerían. Algunas estrellas
te exigían que las presintieras. Una ola
se alzó hasta ti en el pasado, o cuando
pasabas frente a una ventana abierta,
las notas de un violín se te entregaron. Todo eso era misión.
¿Pero la cumpliste? ¿No te hallabas disperso aún
por tanta espera, como si todo
te anunciase una amada? (¿Dónde querrás ocultarla
ahora que los grandes y extraños pensamientos en ti
entran y salen quedándose a menudo por la noche?)]


SEXTA ELEGÍA DE DUINO

Higuera, desde hace mucho me es evidente
cómo descuidas casi por completo florecer,
y en tu resuelto y maduro fruto
sin gloria introduces tu puro secreto.
Como el surtidor de una fuente, tu combado ramaje
hace que la savia se eleve y descienda, y así, casi dormida,
salta del sueño a la dicha de su más dulce logro.
Mira, igual que el dios al cisne.
...Pero nos demoramos;
ay, nuestra gloria es florecer, y en el tardío interior
de nuestro fruto infinito entramos, traicionados.
A pocos mueve tan fuertemente el impulso de actuar
para instarse y arder con el corazón rebosante,
ahora que la tentación de florecer como leve brisa nocturna
acaricia sus párpados y sus jóvenes labios:
a los héroes tal vez y a los destinados a un pronto tránsito,
a quienes la muerte jardinera urde de otro modo las venas.
Allí se precipitan, adelantándose a su propia sonrisa,
como las cuadrigas frente al monarca victorioso
de los delicados relieves de Karnak.

Pero maravillosamente próximo está el héroe
a los jóvenes difuntos. No le importa durar. Su ascensión es existir:
a sí mismo se toma con firmeza
ingresando en la cambiante constelación de su continuo peligro.
Pocos allí lo encontrarían. Pero el destino,
que sombrío nos silencia y de pronto se entusiasma,
cantándolo va en la tormenta de su mundo fragoroso.
Pero no oigo a nadie como a él. De pronto me traspasa
con el aire torrencial de su apagada melodía.
Entonces, cómo quisiera ocultarme de la nostalgia: oh, si fuera, si tan solo fuera
un niño -si me fuera dado serlo todavía- y me sentase
en los brazos futuros, leyendo la historia de Sansón,
cómo su madre no dio nada a luz y luego lo dio todo.

Oh madre, ¿no era ya un héroe en ti? ¿No empezó
allí su elección soberana?
Miles se fermentaban en tu seno pugnando por ser él;
pero mira: él tomó y dejó; optando prevaleció.
Y si derribó las columnas fue al desgajarse
del mundo de tu cuerpo para llegar a otro más estrecho,
donde continuó optando y prevaleciendo. ¡Oh, madre de los héroes!
¡Oh, origen de desgarradores torrentes! ¡Oh, abismos
en que desde las cimas del corazón las jóvenes, sollozando,
se han despeñado como ofrendas destinadas al hijo!
Pues como tormenta pasó el héroe frente a las escalas del amor,
cada una lo elevaba, cada corazón latiendo por él,
hasta que al final de la sonrisa, alejado ya, él era otro.

(Traducción de Renato Sandoval B.)
Tomado del blog tenor de bruumas

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